El daño que nos causa compararnos con los demás







La comparación con los demás
y el daño que nos causa.



La comparación con los demás puede causarnos mucho daño. No permitas que el resultado de compararte con los demás, determine tu valor como persona, tus sentimientos, pensamientos o el rumbo de tus acciones.








¿En función de qué,
te calificas? 
 






La comparación,
un enemigo a vencer.


Desde que nacemos y nos encontramos en la cuna del hospital, empiezan las comparaciones.
"Es más chiquito o más grande que…"
"Tiene menos pelo que…"
"Pesa más que…"

Escuchamos hablar y vemos actuar a nuestros padres y a personas que admiramos y los imitamos.
Adoptamos su forma de pensar.

Así aprendemos a compararnos con los demás y a calificarnos de acuerdo a los resultados obtenidos.
Así, el "yo soy más que,,," o "menos que…", pasa a formar parte de nuestro vocabulario diario.

Y a partir de ese momento, las comparaciones nos acompañan a lo largo de toda la vida.
A veces las hacemos nosotros mismos y en ocasiones las hacen los demás.

Pueden ser en el aspecto físico, social, económico, intelectual, deportivo, etc., etc., pero siempre tenemos que tener cuidado con ellas.

La comparación tiene un aspecto positivo y uno negativo.

Es positiva, cuando nos permite darnos cuenta de que existe una gran variedad de formas de pensar, sentir, actuar y vivir.
Cuando nos sirve como guía o modelo para ciertos aspectos o cosas que deseamos aprender o cambiar.

Pero es negativa, cuando:
  • La utilizamos para devaluarnos o devaluar a la gente que nos rodea.

  • Para calificar a las personas como si fueran simples objetos.

  • Nos provoca dolor y hace que nuestro bienestar dependa de los demás.
    Porque, desde este punto de vista, yo estoy bien, sólo si los demás están mal y al revés.
    Si los demás destacan más que yo, automáticamente "valgo menos" que ellos y por lo tanto, estoy mal.

Esta última actitud fortalece los aspectos negativos de nuestra personalidad:
Envidia, rencor, celos, etc., lo que fomenta la mentira y una visión rígida y limitada de la vida.

Cuando esto sucede, en un intento de no devaluarnos, nos centramos en encontrarle defectos a todo el mundo.
Deteriorando nuestras relaciones, evitando que disfrutemos de los aspectos positivos de las personas que nos rodean y provocándonos un gran desgaste emocional.